En una sociedad sujeta a críticas y opiniones, los prejuicios pueden llegar a ser tan determinantes como limitantes. Hay gente que es capaz de aún manteniendo su autoestima y sus ideas, romper los potenciales peligros de los prejuicios. Por el contrario, hay otras personas que les dan más importancia a sus propias conclusiones, de tal forma que son capaces de sesgar la realidad dándole o apoyándose en aquellos estímulos que reivindican sus propias creencias personales, sin tener en cuenta el resto. Por todo ello las próximas palabras serán dedicadas a este asunto con el fin de esclarecer la ambivalencia que genera.

¿Qué son y qué función tienen los prejuicios?

     Según la RAE (Real Academia de la lengua Española) un prejuicio es la acción y efecto de prejuzgar, como también una opinión previa y tenaz, y por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. En la propia definición aparece la concepción negativa de los prejuicios sobre la positiva, esto quiere decir que los prejuicios suelen ser potenciales peligros de las ideas, más que lo contrario, por lo que pueden influir sobre la apertura mental a la hora de interaccionar con los otros, determinando o “marcando”  los hechos antes de que estos ocurran.

«Los prejuicios son una forma efectiva desarrollada en la evolución para detectar potenciales peligros».

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En un estudio realizado por la escuela politécnica federal de Zúrich (ETH), se han puesto a prueba si los prejuicios pueden ser o no racionales en ciertas situaciones, teniendo en cuenta que parecen seguir una cierta tendencia hacia la caracterización negativa de las mismas.

Pruebas mediante juegos de PC

     Mediante la utilización de juegos de PC, los jugadores debían de comportarse se manera amistosa o desagradable con sus enemigos en función de sus rasgos y características personales (Religión, status económico, procedencia cultural, sexo, edad). Además, si un jugador era amistoso y se encontraba con otro que no lo era perdía. Con el fin de que eso no ocurriera, los jugadores tendrían que llevar a cabo una estrategia de toma de decisiones frente al resto de jugadores. Para ello se utilizaron cinco posibles: la primera de ellas es el “ALLD”, que todos los jugadores se presentaran como antipáticos y ninguno podría recibir la simpatía de los otros por ser siempre así. La segunda fue la “tit-for-tat” (“TFT”) o “donde las dan las toman”, que consistía en ser simpáticos al principio, y después imitar el comportamiento del contrincante, sea cual fuere. Las otras tres estrategias utilizadas, las P1, P3 y P5, estaban basadas en un número de características del contrincante, detalladas previamente por cada jugador como base para determinar su propio comportamiento. Estas tres estrategias, por tanto, establecían diversos grados de prejuicios.

Por un lado está la P1, que se consideraba una única característica del contrincante para que el jugador decidiera si debía ser simpático o por lo contrario no serlo. En la P3, se analizaron tres características, y en la P5, cinco. Es por ello por lo que la estrategia P5 era la que contaba con mayores referencias a partir de las cuales decidir. En los cinco escenarios posibles, los investigadores variaron el número de participantes y la duración del  juego.

     Los resultados del estudio fueron los siguientes: cuando el juego tenía baja duración y en él participaron multitud de jugadores, la posibilidad de que dos se enfrentaran varias veces fue baja. Es decir, el tiempo para conocer a los contrincantes era más reducido. En este caso, la estrategia ALLD y la P1 fueron más exitosas. En estas situaciones, la estrategia “donde las dan las toman” o TFT no resultó ventajosa, al requerir en primer lugar del aprendizaje del comportamiento del contrincante para resultar adecuada.

     En definitiva, las estrategias ALLD y la P1 fueron al principio del juego las más utilizadas. Pero su  éxito declinó rápidamente cuando los juegos pasaron a tener mayor duración. A partir de ahí ocurrió lo opuesto: las estrategias P5 y TFT triunfaron después de un tiempo, y mantuvieron su éxito desde ese momento.

    » Las conclusiones de estudio demuestran que los prejuicios son utiles y racionales, “a corto plazo”, pero no permiten a las personas aprender de los errores y ajustar el comportamiento a la nueva forma de hacer las cosas a largo plazo, donde se encuentran las estrategias capaces de responder al comportamiento de maneras más diversas,  lo cual lleva a resultados más eficientes.»

Helbing, uno de los autores del experimento, añade: “Aunque al principio resulte eficiente reaccionar en función de una sola característica, en un mundo complejo no se debe dejar de aprender nuevas cosas. De lo contrario, se pueden perder muchas buenas oportunidades”.

Los prejuicios actúan como forma de protección ante potenciales peligros, derivados de la experiencia personal ante determinadas circunstancias, y son los mismos los que pueden estrechar la mirada hacia puntos e ideas fijas que condicionan la propia realidad de las circunstancias, a través de la cual uno/a es capaz de encontrar multitud de alternativas que hagan posible la adaptación y la flexibilidad al medio. ¿Hasta qué punto nuestra vida actual necesita depender de estos potenciales peligros?