El vínculo que los niños establecen desde muy pequeños con sus padres, tiene como fin obtener seguridad, hasta que van madurando y ganando su propia independencia. De ahí la importancia de conocer bien el funcionamiento de un apego sano, y conseguir establecer una vínculos verdaderos.

Se define el apego como el vínculo afectivo intenso que se establece a lo largo del tiempo entre dos personas. Se desarrolla en un contexto de adaptación mutua a través de la comunicación verbal y no verbal, cuyo objetivo es la protección o prevención de riesgos ante las posibles amenazas. Proporciona un lugar de actuación libre, fuera de ese peligro. Con respecto a las emociones, aparece cuando una persona descubre o siente que la otra estará ahí incondicionalmente.

¿Qué define un vínculo de apego sano?

Según Bowlby, pionero en el desarrollo de las teorías del desarrollo infantil, los objetivos fundamentales del apego sano son: establecer un espacio de protección y otro de seguridad; y a partir de estos dos se desarrollan los siguientes: permitir la exploración del niño en juegos y entornos de aprendizaje, fomentar las relaciones sociales, la estimulación y el desarrollo de las sensaciones de placer a través de los sentidos, y el desarrollo de nuevos vínculos afectivos seguros con personas del entorno cercano.

¿Qué tipos de apego existen?

En psicología existen varios tipos según la manera de desarrollar el vínculo, y cada uno de ellos tiene sus características propias:

-Apego sano o seguro: Los infantes buscan el confort y el cariño de su madre, además del contacto físico de su protección, lo que hace que puedan realizar otras actividades ante su presencia y que en el caso de que suceda algo esta persona esté ahí para atender a sus demandas. Esto ayuda al niño a establecer una conexión psicológica con sus personas allegadas, lo que es beneficioso para generar vínculos de confianza y relaciones más satisfactorias a lo largo de la vida.

-Apego ansioso ambivalente: Los niños y las niñas no exploran su entorno, están pendientes de su figura de apego. La ansiedad que experimentan cuando la persona se va es muy alta. Cuando vuelve, aparece una alegría inusitada pero al mismo tiempo rehúsan del contacto completo con la otra persona, de ahí que sea ambivalente. Este tipo aparece cuando el cuidador es inestable, unas veces se muestra cariñoso pero otras distante, lo que genera inseguridad. Suele desembocar en una fuerte dependencia entre ambos.

Ansioso evitativo: La niña o el niño no interacciona con su cuidador, llegando incluso a prescindir del contacto visual. Cuando la persona adulta se va, no muestra ningún tipo de reacción, y cuando regresa rechaza su contacto. Este tipo aparece cuando las personas a cargo muestran rechazo o insensibilidad ante las necesidades de los niños, haciendo que no confíen, lo que genera un fuerte sentimiento de inseguridad y de evitación constante. El tipo de vínculo puede, en el futuro, desencadenar una fuerte desconfianza hacia los demás y unos grandes prejuicios en la intencionalidad por parte de los otros.

-Apego ansioso desorganizado: Este resulta de la fusión de los dos anteriores. El cuidador destaca por mostrar conductas desproporcionadas ante las demandas de los niños/as. Estos no saben muy bien cómo reaccionar ante sus necesidades o ante la separación con la figura relevante. Aparece la ambivalencia en el vínculo afectivo pero también el miedo. Los niños que han sufrido maltrato físico o psicológico son más proclives a experimentarlo.

Cómo se desarrolla el vínculo es esencial en los niños

Las relaciones de parentesco son esenciales en el crecimiento y desarrollo de la infancia. Es fundamental entender que la conexión que se establece en esta época es tan fuerte que incluso ante las dificultades y el maltrato se puede desarrollar. Teniendo en cuenta este detalle, no es tan importante que se establezca o no, sino cómo lo hace.

Dependiendo de la manera en que los padres educan a sus hijos/as, el desarrollo psicológico seguirá un camino u otro. Es fundamental romper la idea de que con establecer el vínculo es más que suficiente para establecer un apego sano; el infante requiere y necesita a su figura de apego, con lo que se va a realizar prácticamente de una forma o de otra, pero a la larga, las consecuencias de ese son las que van a determinar el tipo de relación y la seguridad que desarrollen en el futuro

“La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón”

Howard G. Hendricks (1924-2013)